(Mari Montáñez) Mi relación personal con Pep comienza en la parroquia del barrio del Buen Pastor sobre el año 1984. Un compañero de grupo de la Jobac estaba en unas circunstancias muy complicadas y quise colaborar de alguna forma. Mi consiliario me dijo que hablara con Pep que era quien le estaba ayudando y así lo hice. De esta manera comenzó una relación muy enriquecedora que arraigó en mi interior y dio muchos frutos.
Cuando observo
ahora desde la distancia que da el tiempo veo el rol que Pep desempeñó para
jóvenes del barrio como este compañero y yo misma. Era una figura con rasgos
masculinos y femeninos que abría espacios y concedía tiempos generando una
estructura que nos hacía sentir suficientemente seguros y seguras para seguir
creciendo. Captaba las capacidades de cada uno y las potenciaba nombrándolas.
Nos convencía para el compromiso militante y la responsabilidad de tareas
dentro del movimiento. Me sorprendió su propuesta para ser iniciadora y llevar
un grupo de jóvenes, a mí el movimiento de la Jobac me costaba como a muchos
jóvenes del barrio y él lo sabía. Teníamos algo así como un complejo frente a
otros barrios, éramos conscientes de una marca de fábrica que nos hacía
diferentes.
Pep apoyó mi
iniciativa de llevar a cabo una Campaña de Reyes en el barrio cuando aún no
existían. Recuerdo que no terminé de explicarle el proyecto y me dijo Sí. Con
rotundidad. Puso la infraestructura necesaria: los locales parroquiales que se
transformaron en almacén y taller de juguetes, facilitó las comunicaciones con
la asistenta social de Cáritas y con la Escuela Parroquial. Su mente era
brillante, ágil, eficaz, hubiera sido un excelente empresario. Yo le conocía
con capacidad de mando y organización, entonces le descubrí con capacidad para
ponerse al servicio de otro sin organizar y sin mandar, respetando y apoyando.
La campaña era un proyecto ambicioso, con una metodología propia innovadora que
él defendió al inicio y durante los años que duró y que él estuvo en la
parroquia.
Fruto de una de las
campañas de la Jobac nació AJCA (Associació de Joves contra l’Atur), la
fundamos algunos jóvenes y el consiliario Jesús Lanao. La sede estaba en la
parroquia y ocupamos una sala en la que estábamos prestando servicio y
trabajando como liberados. Ahí conocí a un Pep que comparte espacios en
igualdad, que da la llave de su territorio y confía en el buen uso del espacio
que podíamos hacer.
Con frecuencia
siento la fuerza del vínculo de aquellos años, los valores que trabajamos y los
hábitos que adquirimos. Durante años tuve la asociación de “montañas-Pep”
gestada en las “trobades jobaqueres”. En navidades siempre me pasa que quiero
quedar con mis hermanos y sobrinos a cantar villancicos y nadie responde a mis
peticiones. Entonces me acuerdo que eso era con mi familia de la parroquia y mi
mente se niega a cambiar la etiqueta del almacén de la memoria por lo que al
año siguiente me vuelve a pasar. Así llevo muchos años.
Pep hacía comunidad
reforzando la individualidad, en eso era un artista porque se necesita más arte
que técnica para hacerlo con éxito. Él ofrecía espacio y tiempo esperando
que arraigara una semilla y diera profundidad a la persona, vida interior,
siempre en contexto grupal.
Usaba la palabra
para la unión de las personas. Y el silencio también. Es la persona con la
inteligencia lingüística más elevada que he conocido. Él tiene mucho que ver
con el respeto y amor que siento hacia la lengua catalana. Su capacidad verbal
era impresionante, de haber querido hubiera sido un gran intelectual. Podía
desprenderse de sus propias capacidades para llevar a cabo lo que él
consideraba que debía hacer y deseaba: una comunidad parroquial.
Hasta el año 1992
que se fue del barrio hubo en nuestra relación primavera, verano, otoño e
invierno. El invierno duró 15 años. Después del invierno vino el otoño, después
el verano, después la primavera y después el no-tiempo. En esta segunda
oportunidad de relación encontré a un Pep que seguía teniendo coraje para
mirarse sin miedo, que permanecía leal a sus vínculos concretos y abstractos,
que era más consciente de sus necesidades, que continuaba firme en su misión de
hacer comunidad y ahí está haciéndolo porque eso es lo que hacemos escribiendo
y mandando fotos, ¿verdad?. Para conseguirlo se ha desprendido de su cuerpo.
En una conversación
de hace aproximadamente un año me dijo que había una lectura que le encantaba,
que la leía continuamente. Yo creo que era su “poción mágica” como Obelix, algo
que le “encantaba”, que le daba fuerza. Es el capítulo 1 de Marcos. El
evangelio. Jesús. El Jesús de Marcos. Yo soy más de Juan. Yo también soy de
evangelio.
Marí Montáñez Martínez
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